El socarrón Quevedo dedicó a la gran nariz de Luis de Góngora un magistral soneto titulado “Un hombre a una nariz pegado”. Me ha venido a la mente este genial poema al ver la efigie de Carlos III en diversas monedas en curso de su reinado. Los escudos de plata y oro delatan que la nariz real no era cualquier cosa. El monarca era un hombre muy poco agraciado aunque según cuentan las crónicas su encanto, bondad y trato afable aminoraban esta sensación...