Cuando este animal menudo, llegó a casa en brazos de mi esposa, y lo vi moverse por el piso pensé que era lo más feo que había visto en toda mi vida. Con esos ojos saltones, esas orejas enormes, y tan enana… Pero, conforme pasaban los días, y se iba ganando un lugar en nuestra pequeña familia, cambié radicalmente de opinión. Y aprendí a quererla, y ahora la veo como la «niña» más guapa del mundo.